Octubre 2022 | Comunicación activa
Antes de que Jesús ascendiera al cielo para estar con el Padre, él les dejó a sus discípulos una enorme tarea. Jesús les dijo: "vayan y hagan discípulos a todas las naciones”. Esencialmente, Jesús les estaba pidiendo que comenzaran una comunidad mundial de personas unidas por una simple pero profunda verdad, que Jesús era el salvador resucitado, el Mesías, el hijo del Dios viviente.
Puedo imaginarme los rostros de aquellos once. “Muchachos, tomen esta tarea y hagan todo lo que puedan para lograrla. Ya no me verán más, pero yo estaré con ustedes. Se los prometo." ¿Jesús, qué quieres decir? ¿Necesitamos contarle a todo el mundo acerca de ti, convencerlos, persuadirlos, enseñarles? ¡Nosotros mismos ni siquiera estamos tan seguros de esto! ¿Nos puedes enviar un manual de instrucciones? ¿Dónde empezamos?
Como líder, ¿no te sientes así a veces? Señor, ¿cómo le puedo hablar sobre ti a niños, a padres, a jóvenes y adultos? Jesús, como puedo lograr que aquellos dentro y fuera de la iglesia entiendan la diferencia que puedes hacer en sus vidas y tomen un paso hacia ti?
Jesús sabía que lo que le estaba pidiendo a sus discípulos era imposible si él no aparecía, y era imposible si ellos no aparecían. Les indicó que esperaran en una habitación durante unos días hasta que recibieran poder. Y cuando llegó el día de Pentecostés, Jesús les envió un regalo extraordinario, una habilidad sobrenatural que ayudaría a transformar el mundo. Pero no era la habilidad de volar, caminar sobre el agua o disparar rayos de sus manos. El poder del Espíritu Santo descendió sobre los discípulos en forma de lenguas de fuego y recibieron la habilidad sobrenatural de comunicarse en múltiples idiomas.
¡Y de que manera comunicaron! Yo diría que se apasionaron por la comunicación, y sus esfuerzos de comunicación combinados con su colaboración resultaron en una comunidad de creyentes creciente, próspera e irresistible que se extendió por todo el mundo.
¿Qué ha cambiado desde entonces hasta ahora?
¿Qué ha cambiado en cuanto a la tarea de esos primeros discípulos de edificar esta comunidad, y nuestra tarea de continuar lo que ellos empezaron?
Ellos se enfrentaron a muchos obstáculos: amenazas, escepticismo, dudas, opiniones opuestas sobre Dios, brujería, serpientes, mal tiempo, problemas financieros, distancia física, inmoralidad, violencia, barreras de idioma, barreras culturales, barreras sociales, falta de atención (¡un hombre se durmió, se cayó de la silla y murió durante uno de los sermones de Pablo!).
Mucho ha cambiado desde entonces, pero muchas cosas son iguales. Todos hemos sido encomendados con la responsabilidad de comunicar el Evangelio con el fin de crecer esta comunidad de creyentes, pero enfrentamos los mismos problemas y barreras a la comunicación que enfrentó la iglesia primitiva. Tenemos más medios de comunicación que nunca antes, sin embargo, no parece que nuestra comunicación esté funcionando como debería funcionar. Como la mayoría de las iglesias, somos una iglesia trabajadora, pero en términos de nuestra comunicación es como si estuviéramos tratando de cortar un árbol con un hacha sin filo.
Necesitamos afilar nuestra hacha de comunicación.
Cada semana escuchamos historias de personas nuevas que entran en contacto con nuestra iglesia, ya sea en persona un domingo, un viernes por la noche o incluso en línea, y les encanta la experiencia. El problema es, ¿se están convirtiendo en discípulos? ¿Se están arraigando en Cristo? ¿Arraigados en esta comunidad? Ese es uno de nuestros mayores retos, y en realidad tiene mucho que ver con la comunicación.
Déjame explicar.
Para que la comunicación se lleve a cabo, debe haber un emisario, un receptor y un mensaje que se transfiere. Pero eso por sí solo no es una comunicación efectiva. El hecho de que hayas transmitido tus ideas o información a otra persona no significa que tu comunicación haya sido efectiva.
Ese tipo de comunicación es una transacción, pero no es relacional, y no es eficaz para ayudarnos a alcanzar nuestra meta de crear una comunidad de personas unidas por su fe en Cristo y el amor de Cristo. Se supone que la iglesia sea una comunidad donde las personas son amadas y cuidadas, donde se les da la nutrición espiritual adecuada y los pasos adecuados que deben tomar para crecer. Esto no se puede lograr simplemente transfiriendo información.
¿Cómo afilamos esta hacha de comunicación?
Nuestra comunicación debe crear acciones a través de la interacción.
PPedro predicó y 3,000 se convirtieron. Felipe le comunicó el Evangelio al eunuco etíope y de inmediato se bautizó. Pablo escribió cartas y pudo alentar y edificar iglesias de manera remota en ciudades fuera del mundo judío.
Nuestra comunicación debe crear acciones a través de la interacción, pero para lograr eso, el enfoque de la comunicación debe cambiar.
Dentro del contexto de guiar a las personas en una relación creciente con Jesucristo, necesitamos practicar algo llamado Comunicación Activa. La comunicación activa es comunicación que no sólo da información, sino que también conduce a una persona a involucrarse más y arraigarse más en la comunidad, que es la iglesia.
Este es un ejemplo sencillo. Una persona nueva entra por nuestras puertas y pregunta: “¿Dónde está el baño? " Podemos comunicarnos pasivamente y decirle, "al final del pasillo ya la izquierda", o podemos comunicarnos activamente y decir: "Sígueme, con mucho gusto te muestro donde queda". En esos pocos pasos hacia el baño puedes intercambiar nombres o aprender algo sobre la persona, algo que podría generar más conversación más adelante.
La comunicación activa entiende que hay un destino donde queremos llevar a cada persona (pertenecer a la comunidad), y que hay muchos posibles pasos entre medio para llegar hasta allí. Y cada interacción que tenemos es una oportunidad para guiar a alguien a dar uno de esos pasos.
Piense en estas interacciones que Jesús tuvo con la gente: cuando dijo a sus discípulos: “Dejad que los niños vengan a mí”, la mujer con el flujo de la sangre, cuando Jesús se invitó a la casa de Zaqueo. Todos resultaron en que alguien se acercara a Jesús. Ese es nuestro objetivo, y Dios nos ha dado el poder de comunicarnos para lograrlo.
Prepara tu comunicación activa
La comunicación activa quizás no sea algo natural para nosotros. Para mejorar como lo hacemos es importante estar preparados. Piensa en escenarios típicos que a menudo encuentras durante el desempeño de tu ministerio. Piensa en nuestro objetivo: crear una comunidad auténtica donde las personas son atendidas. Piensa en nuestra misión y nuestro mensaje central: guiar a personas en una relación creciente con Jesucristo, el Hijo de Dios que murió y resucitó para salvarnos. Considera cómo puedes implementar nuestra estrategia de Comunicación Activa para ayudar a las personas que lideras a dar un paso en seguir a Jesús. Además, recuerda lo que debería ser el resultado final de tu comunicación: beneficiar al que escucha, y ayudarle a crecer de acuerdo a sus necesidades.
Imagínate en diferentes escenarios, conversaciones con personas de adentro, personas de afuera, miembros de tu equipo ministerial. ¿Cuál es un paso simple que pueden dar para arraigarse más en Cristo y en la comunidad de creyentes? Puede ser inscribirse para un evento, completar una tarjeta de peticiones de oración, seguirnos en las redes sociales, asistir a una clase de bautismo, inscribirse para ser voluntario o unirse a un pequeño grupo. Cuanto más practiques la comunicación activa en tus pensamientos, más fácil será ejecutarla en escenarios en vivo, como en una llamada telefónica, un mensaje escrito, en persona o en un escenario.
Cuando ingreses a cualquier ambiente de la iglesia, en una reunión pequeña o incluso en tu vida diaria, recuerda que se te ha dado la responsabilidad de comunicar el mensaje más importante en la historia. El lograr esto es un gran desafío en esta generación, pero Jesús todavía está con nosotros. Él todavía tiene toda la autoridad en el cielo y en la tierra, y todavía tenemos un poder extraordinario, dado por Dios, para comunicarnos a fin de guiar a las personas en una relación creciente con nuestro Salvador resucitado, Jesucristo.